imagen tomada de http://www.neetmusica.com/twitter-y-el-mundo-de-la-musica.htmlDesde que tengo uso de razón como asistente a grandes recitales o conciertos en vivo, nacionales o extranjeros, a pretexto del copyright no era permitido grabar video o tomar fotografías que no fuese por los canales autorizados. En el ticket de entrada claramente estaba impresa esa imposibilidad de tal forma que el asistente aceptaba de forma tácita esa restricción el momento de la compra, permitiendo inclusive un registro físico (a veces apertura de bolsos, mochilas) de que se cumple la prohibición al no portar cámaras, y de paso registrar otros artículos no permitidos según el caso (alcohol, armas, alimentos, bebidas, etc.). Con el advenimiento de Internet se ajustaron las tuercas de ese tipo de censura, porque en menos de 24 horas las novedades del concierto incluyendo más detalles (lista de canciones, fotos del escenario, anécdotas) estaban disponibles en la web, supuestamente desanimando a comprar su entrada a otros potenciales consumidores de otras ciudades. Estoy seguro que no soy el único, a muchos de nosotros no ha pasado eso, en mayor o menor medida.

Lo absurdo de este modelo es que el productor de los artistas que ejecutan el concierto termina creyendo que sus clientes/asistentes son verdaderos enemigos de su negocio, cuando en realidad es todo lo contrario siendo los fans los mejores agentes de recomendación boca a boca, haciendo un trabajo de difusión de forma gratis, algo con lo que soñarían muchas agencias de promoción y publicidad.

La primera señal de cambio que noté hace pocos años fue cuando una de mis bandas favoritas en uno de sus conciertos en Barcelona animaron a que los asistentes usemos una etiqueta (tag) para hacer referencia al contenido que publiquemos en cualquier web o red social. Mientras mejores contenidos publicábamos los asistentes, mejores posibilidad de que sean citados o recopilados en la web oficial. Bien por los productores que lo entendieron, implicaron al público y le dieron cierta participación en el aporte de contenidos, su enfoque (literal, enfoque: hacer que la imagen de un objeto producida en el foco de una lente se recoja con claridad sobre un plano u objeto determinado) fue tomado en cuenta.

Pero anoche vi otro paso a favor de nuevas formas de interacción para conciertos en vivo. One Direction no es precisamente una de mis bandas favoritas, pero en esos momentos que me siento a ver algo de TV con las adolescentes de mis hijas Belén (17) y Camila (12), en uno de los conciertos la banda pide que la gente envíe mensajes de Twitter, en un intermedio ellos empiezan a leer y comentar algunos de esos mensajes que incluyen hasta la ubicación física de la persona en el auditorio. Como podrán ver en el video, las asistentes rebosan de la alegría cuando leen su twit seleccionado mientras los integrantes de la agrupación pasan respuesta cada uno a su turno.

En estos tiempos que se discuten nuevos modelos de negocio para la industria cultural, viene bien aprovechar al máximo las presentaciones en vivo elevando el nivel de satisfacción de los asistentes, siendo uno de los mayores ingresos para los autores y/o músicos ejecutantes aunque no el único, siendo tarea de ellos (y no de los consumidores) buscar esos nuevos modelos de negocio que se adapten a este siglo, concepto que lo hemos repetido casi hasta el cansancio.

Para alguien de tecnología, el desarrollo y montaje en escena de esto no es complicado, sin embargo –por lo menos yo– no lo había visto hasta ahora . Un concepto simple pero que aporta valor, algo similar que veníamos haciendo desde hace un par de años para entornos y eventos de educación superior en UTPL utilizando un backchannel.

La próxima vez que asistas a un evento, si el productor se pone terco y te mira con cara de «tu vienes a robarme mi propiedad intelectual» prohibiendo uso de tecnología, quizás sea tiempo de cambiar de evento o de productor, de esa forma ayudarás a que éste cambie de mentalidad.

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