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Loja – Zumba
Afortunadamente este viaje no lo voy a hacer solo, logré convencer a Darwin Palacios para atravesar el Pongo. Decidimos que al regreso entraríamos a Loyola -otra de las fundaciones de Salinas- por lo que agarramos un bus para arrancar la madrugada de ayer miércoles. El chofer -nacido en Valladolid- me dio varias instrucciones de cómo llegar a Loyola y de allí a la «Ciudad Perdida» que supuestamente es la primera y verdadera fundación de Loyola, una ciudad en ruinas con algo de mito. También me contó de sus historias de niño, de leyendas, y de su vida familiar. Pasamos Malacatos, Yangana, Palanda, Valladolid y llegamos a Zumba como a las 6:00, justo a tiempo para un cafecito reconfortante.
Zumba – La Balsa
A las 8:00 empiezan las «rancheras» o «chivas» a trasladar pasajeros a diversos puntos cercanos a Zumba. Agarramos la nuestra coincidiendo con Carlos, un Chiclayeno que iba hasta San Ignacio, y con Yosi y Bart una pareja de holandeses que se dirijían a Iquitos (si, a Iquitos !).
Llegamos como a las 10:00 a La Balsa, sellamos nuestros papeles de migración y luego de negociar y renegociar el pasaje La Balsa – San Ignacio con doña Maribel nos embarcamos por S/. 14 (soles) cada uno con «Morán» al timón. Estábamos ya en el Perú.
La Balsa – San Ignacio – Jaén – Bagua Chica
Una carretera con mucha gravilla, paisajes de selva y calor fuerte. Pasamos por Namballe, un poblado que se divisa desde un destacamento militar ecuatoriano llamado Pucapamba. Sin mayores novedades llegamos a San Ignacio para la hora del almuerzo, nos despedimos de Carlos y seguimos con rumbo a Jaén a bordo de una popular «Kombi», una furgoneta antigua que en las cuestas medianas le costaba salir, y más que Kombi parecía tren a vapor. Entre San Ignacio y Jaén hay muchas plantaciones de arroz cuyos colores verdes fuertes contrastan con alguna cadena montañosa medio lejana de color café fruto de la erosión.
A medio camino empieza el asfalto, la señalización y la comodidad de viajar por una carretera más descente y segura. Pasamos muchos poblados pequeños, muchos de los cuales esperan a las Kombis para ofrecer sus productos: frutas, alimentos rápidos, refrescos, etc. El trayecto entre San Ignacio y Jaén nos tomó cerca de 4 horas a un costo de S/. 14. Llegamos a Jaén, una ciudad más grande que se nos queda pendiente de conocer a nuestro regreso. Nos despedimos de la pareja de holandeses
y nos embarcamos inmediatamente hacia Bagua Chica en un taxi compartido, algo tan usual en el Perú cuando se trata de viajar entre poblados pequeños. El viaje fue muy rápido por una excelente carretera, hicimos cerca de una hora y justo antes de pasar uno de los ríos (que ahora mismo no me acuerdo el nombre) se abrió ante nosotros un corte en la montaña gigante y luego un puente colgante de gran tamaño.
Al llegar a Bagua Chica nos dirijimos a la Terminal Terrestre donde se intercambian pasajeros que vienen en buses (generalmente de la costa) con los que toman taxis compartidos (generalmente con dirección a la selva). Aquí se presentó el primer incidente inesperado: el costo del pasaje desde Bagua Chica hasta Santa María de Nieva rondaba los S/. 80 por persona (unos US$ 25 !) y además había que esperar que el taxi se llene con cuatro pasajeros para poder partir. Por más que regateamos, suplicamos, hicimos bromas, mentimos y simulamos indiferencia no logramos rebajar más que S/.10, los cuales después se volvieron a aumentar debido a que el cuarto pasajero nunca llegó. Mientras no se completaba el cuarto cupo nosotros -Darwin y yo- planeamos dormir en Bagua Chica y salir el jueves por la madrugada, pero debido al tiempo y al costo del hospedaje decidimos pagar S/. 10 con tal de partir a las 18:00 en un viaje de casi 11 horas hasta Santa María ! Junto a Lucho -el otro pasajero limeño- y la esposa del chofer empezamos el viajecito que después tuvo algunas novedades menores…
Bagua Chica – Santa María de Nieva
La carretera asfaltada se acabó en Bagua Chica. Todo iba bien al cabo de un par de horas, paramos a merendar en algún poblado y retomamos el viaje. Como a la mitad del trayecto, cerca de la medianoche, el chofer nos dice que en 15 minutos más se va a detener para que escondamos nuestro dinero, porque hay un sitio algo peligroso donde los nativos acostumbran a hacer parar a los autos para quitarles «solamente la plata». Yo me quedo de una pieza y le digo al chofer que eso debió avisarnos a la salida, él me responde que en realidad es por «precaución» porque generalmente no pasa nada. Hecho tripas corazón paramos más adelante y escondimos el dinero debajo del tapizado del auto, le pregunto acerca de todo el resto de tecnología que llevo cargando (computadora, dos cámaras digitales de fotos una de ellas muy buena, cámara de video digital, iPod, disco duro externo, Wi-fi, cables, etc) y me responde que no hay problema, que solamente molestan por la plata. Con cierta intranquilidad volvemos a partir para seguir avanzando mientras el chofer nos muestra que cerca a ese sitio le había asaltado hace como un mes.
De pronto, al salir de una curva se asoman unas ocho personas, la mitad tenían armas, y la otra mitad linternas. Mi espanto fue grande, pero inmediatamente, en menos de un segundo el susto se transforma en extrañeza. Todos ellos llevaban una especie de mandil con un color algo visible en la noche. No podía ser que los nativos asaltantes vayan uniformados ! Al tiempo que preguntaba «¿qué pasa? !!» y que Darwin y Lucho se asustaban y decían lo mismo; el chofer reducía la velocidad y junto con su esposa nos respondían repetidas veces «son ronderos, son ronderos !». Linda respuesta ! ninguno de los tres sabíamos qué carajo son los famosos «ronderos» pero había algo en el tono de voz y en la forma en cómo nos contestaban que nos calmaba y al siguiente segundo nos trataban de explicar lo que luego entendí: los ronderos son iniciativas civiles de vecinos que hacen guardia por turno para auyentar la delincuencia. además verifican la identidad de los pasajeros porque tienen un pequeño listado de «los más buscados». Ya con más calma nos pidieron amablemente nuestras identificaciones, les respondimos que estaban escondidas, nos pidieron que igual debíamos enseñarla; así que nos bajamos del auto, sacamos solamente las cédulas, les entregamos, y ellos con linterna en mano hicieron el chequeo (afortunadamente no estaba en su lista). El chofer les contó que más adelante le había asaltado hace tiempo y que aún no pasábamos la zona peligrosa, ellos nos comentaron que desafortunadamente su vigilancia no llegaba hasta ese sitio. Nos despedimos y seguimos avanzando. El sitio peligroso -según el chofer- lo atravesamos a todo lo que el auto pudo ir, una bajada larga y tensa, al final todo fue nada más que eso: una precaución.
Otra de las novedades -menores- es que eventualmente en alguna cuesta más pronunciada hubo que bajarse del auto porque el camino era imposible de acometer debido a la humedad y a las piedras grandes. Por lo demás, un viaje cansado que eventualmente se iluminaba por los relámpagos lejanos y por una luna a medio menguar. Llegamos a Juan de Velasco cerca de las 4:45 de la madrugada, finalmente había que pasar el río Nieva en «peke-peke» para llegar hasta Santa María a costo de S/.1 por persona. Ya en Santa María, en medio de la obscuridad (solamente hay energía eléctrica desde las 18:30 hasta las 23:00) buscamos el hotel recomendado, entre una cosa y otra hasta llegar a la habitación eran cerca de las 5:15. A pesar del cansancio, no he podido resistir a hacer una foto en medio del amanecer:
Me cuesta creer que hoy, jueves 2 de noviembre, esté en esta aldea, la misma que Juan de Salinas fundó en julio de 1558, el último punto antes de atravesar el Pongo. Intentaré dormir un par de horas para salir hoy mismo al Pongo. Estoy exhausto, muy contento y algo incrédulo de saberme aquí.
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